(1) Internet me fascina cada vez más. Me fascina del mismo modo que las carreras de camiones sobre barro o las bodas en una piscina llena de tiburones de esos que no muerden. Si en Google tecleas “bombones” y le das a buscar, hay que ir hasta la 4ª opción para encontrar algo relacionado con el chocolate más allá de puras metáforas de dudoso gusto. Haced la prueba.
(2) Érase una vez un chico que se encontraba comiendo una deliciosa caja de bombones. Un maravilloso surtido, a cada cual mejor. Hasta que llegó a uno con un profundo sabor a canela. Al instante se le fue la mente a la terraza de un viejo café en un viejo puerto de una perdida isla del Egeo. Allí, al aroma de los bollos con canela, la chica más simpática del mundo hablaba de lo mal que le caían los turcos y de lo terribles que eran los albaneses. Aquel chico, cuya mejor amiga en aquellos momentos (probablemente la única persona de la que podía hablar como “mi familia”) era una preciosa albanesa de ojos negros como cuevas, le dijo: “para mí, todos sois extranjeros. Y para todos vosotros, el extranjero soy yo. En el fondo, somos iguales. En este mundo, la única diferencia es la que hay entre gente buena y gente mala”. Y le dio otro mordisco al Baklava…
(3) Pilar, ¿hay forma de hacer llegar al proveedor de café uno solo de los bombones que nos han regalado Xavi y Pedro? Que lo pruebe y que después le pegue un trago a su café. Pago yo los portes.
“¿Fronteras? Yo nunca he visto ninguna, pero he oído que existen en las mentes de algunas personas”
Thor Heyerdahl
Y me quedé tan ancho. En estos últimos días se ha suscitado algún que otro comentario que me trajo a la memoria esto que pongo hoy aquí. Me apetecía compartirlo.
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