sábado, 12 de diciembre de 2015

Policías y ladrones. Y terroristas, defraudadores, maleantes....

Me acabo de enterar del atentado de Kabul en el que han fallecido dos policias nacionales... Ahora Facebook no ofrece poner una bandera de España en el perfil, porque yo la pondría, claro que sí, porque me duele tanto como los atentados de París o cualquier otra agresión terrorista contra lo que entendemos por mundo libre. Tengo muchos amigos policias y se pueden contar entre los mejores.

También tengo muchos amigos que no lo son de la policía (algunos nada), pero, desde el cariño, os puedo decir una cosa. Cuando vivía en Madrid, mis familiares peruanos se sorprendieron la primera vez que les dije que si algún día tenían un problema o simplemente estaban perdidos, que buscaran a un policía. Y es que no sabéis la tranquilidad que es vivir con esa confianza, cosa que no se puede tener en muchos países del mundo. No ya en Perú, sino en muchísimos otros lugares, algunos de ellos incluso dentro de Europa (de los policías griegos o turcos os podría contar un buen rato...)

No os hacéis a la idea de lo que es vivir pensando que si un día tienes un problema por la calle, no tienes a quién recurrir... Gran parte del bienestar de nuestra sociedad se la debemos a ellos, los llamados Cuerpos de Seguridad del Estado. Y no es un tema de individuos (buenos y malos los hay en todo y en todos lugares, dentro y fuera de la policía), ni de sistema político, ni socioeconómico ni religioso siquiera (uno de los lugares con la policía más agradable con la que he tratado es Jordania, por ejemplo). Es un tema de cultura, tanto desde el punto de vista de la formación como desde el punto de vista de la idiosincrasia de cada pueblo. Por eso no hay nada mejor que tener una policía bien formada, bien cuidada (por parte de los gobernantes y también por parte de los ciudadanos, que no siempre lo hacen) y, sobre todo, integrada como un todo en la sociedad. Porque al final, de lo que se siembra, se recoge.

Desde aquí, mi más profundo pésame a las familias de los fallecidos y mis humildes gracias por vuestro trabajo.

Ebay

Se vende Airgamboy Aznar, edición limitada para coleccionistas y ya descatalogada. Preguntar por privado.

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martes, 3 de noviembre de 2015

Una de espárragos

El otro día cometí el grave error de darle la mano a un vecino al que hace tiempo que no veía. ¿Habéis sacado alguna vez con la mano cinco espárragos blancos, tiernos y húmedos de una lata de la nevera? Pues esa fue la sensación.

Sólo pensar que con eso se sacude la sardinilla me hace dudar de si amputarme la mano a la altura de la muñeca o del codo.

lunes, 2 de noviembre de 2015

Paradise Lost

Estando ayer en el cementerio de mi bienamado pueblo paterno, las fuerzas vivas del mismo habían dispuesto, para la santa misa de la festividad de los difuntos, la colocación de un altavoz para que al párroco se le pudiese oir a lo largo y ancho del camposanto, no muy grande, por otro lado.  El susodicho sacerdote (joven, desenfadado y, a mi entender, cabeza pensante del despliegue de watios para mayor gloria propia y de su labor evangélica) comenzó con energía desbordada y acento pampero el oficio, cuyos acoplados ecos hicieron por un momento a los feligreses olvidarse de la picante turra de sol con la que estaban siendo agraciados.

Sin embargo, no iban más de dos minutos cuando la voz se apagó para pasar a ser una lejana vocecilla chirriante en el centro del prado. Una futura ánima, con forma terrenal de señor calvo de camisa a cuadros azules, cruzó en pena el lugar de los hechos hasta llegar al altavoz, el cual golpeó en un lateral para volver al rompimiento de gloria sonora inicial. Dándose media vuelta, intentó volver de la manera menos llamativa posible a su emplazamiento inicial, pero un nuevo apagón reclamó su presencia, girando sobre las punteras a medio camino de vuelta y golpeando de nuevo, con renovadas energías, el sacrosanto artilugio. Henchido de fe, inició de nuevo su camino de vuelta, pero repitióse la misma concatenación de hechos cuando esta vez apenas había llegado a un cuarto del camino. En sucesiva progresión aritmética descendente, ocho golpeos más tarde decidió no abandonar el lugar y enfrascarse de lleno en la batalla, con intercambio de impresiones entre los contendientes cada más o menos 10 segundos.

A todo esto, el oficiante, que había delegado la lectura de las Sagradas Escrituras en un entusiasta y sexagenario monaguillo, hacía de la forma más discreta posible todo tipo de signos y aspavientos al vigilante señor de la camisa a cuadros. Finalmente, y seguro que gracias a ese código mímico totalmente ininteligible para los no iniciados en los altos secretos de la curia apostólica romana, este último se acercó al coche aparcado al otro lado de la tapia y procuró al sacerdote un pequeño micrófono de oreja y un altavoz colgante de pecho. Gracias a ello, pudo iniciar su sermón advirtiéndonos con la suficiencia del que tras muchos lances de la vida habla a los jóvenes aprendices (sacerdote de 30 años, edad media de los feligreses ampliamente superando la de jubilación...) de que aquello a lo que acabábamos de asistir con total normalidad y/o desgana, era en realidad la intervención del mismísimo Demonio para sabotear nuestra celebración, ya que nosotros estábamos llenos de divinidad y eso al Señor de Las Tinieblas le trae por la calle de la amargura.

Tras intentar asimilar lo que acababa de oir y soltar un taco de incrédula admiración, no pude otra cosa que repasar mentalmente las clases de lógica que en 3º de BUP recibí dentro de la asignatura de Filosofía, las cuales, ligadas a años de intensa y heterogénea lectura, me llevaron a deducir 5 minutos más tarde que aquel señor calvo de la camisa a cuadros azules era entonces el Arcángel San Gabriel.

Extasiado y tratando de asimilar el hecho de haber sido testigo de unos hechos tan antiquísimos como cruciales en la historia de la Humanidad, además interpretados en directo por sus principales protagonistas, desconecté la neurona. Había hecho el día, muy probablemente ya no podría ver nada mejor.

A continuación, una foto que saqué con el móvil durante el acontecer de los hechos:


viernes, 28 de agosto de 2015

Palmira es nuestra

A los cafres que están destruyendo Palmira:

Podéis destrozar lo que queráis, reducir a polvo monumentos milenarios que no os pertenecen, barrer hasta la última piedra de cultura que quedaba en vuestra tierra. Jamás lo haréis desaparecer, nunca, por mucho que lo intentéis. Por suerte, la Humanidad ha sabido sobrevivir a gente como vosotros y mucho peores a lo largo de la Historia a lomos de una cultura que os sobrepasa, algo inherente a todos nosotros y que no nos puede ser robado. Gracias a los historiadores, todo aquello que una vez fue, será siempre.

El mausoleo de Halicarnaso, el coloso de Rodas, los jardines colgantes de Babilonia... los seguimos teniendo, aunque no existan ya. Hoy día, su fama y reconocimiento y la cultura de aquellos que los construyeron es eterna. En la distancia que da el tiempo, los seguimos disfrutando y nos siguen perteneciendo.

Vosotros pasaréis, Palmira ya siempre existirá.