lunes, 18 de junio de 2007

Veo muertos... o casi

Son las 6:20 de la mañana. Me levanto con el piloto automático puesto y me meto en la ducha. Hace cuatro días que no tengo noticias de la Autoestopista del Embozo, pero tampoco me preocupa una nueva aparición en mi lecho, ya que, amén de lo excitante de la escena, podría ayudarla diciéndole que me molesta con mi sábana porque en realidad ella está frustrada y que el problema reside en su sábana interior. De ese modo, ella se analizaría, comprendería y actuaría en consecuencia para llegar a un estado interior de amor, con erótico resultado.

Sin embargo, abro el grifo y me dispongo a escaldar my aterciopelada epidermis. Pero de repente, a media ducha, se apaga la luz. Un escalofrío me recorre la columna y me detengo, inmóvil, a la espera de alguna extraña presencia. Es en ese instante cuando noto cómo una mano húmeda se posa en mi hombro y empieza a acariciarme el pecho, sube poco a poco al cuello, pero cuando pienso que va a apretarme la tráquea, vuelve a bajar poco a poco, sin dejar un centímetro de piel sin impregnar de una materia viscosa (restos de ectoplasma, sin duda). Cuando empieza a bajar sensualmente hacia mi abdomen, se produce un rápido flash en la luz. En esas 3 décimas de segundo, en vez de encontrarme a la Autoestopista del Embozo frente a mi, acariciándome lascivamente, me doy cuenta de que es mi propia mano untándome de jabón... ¡Porras!... A oscuras, y malamente, consigo terminar, secarme y salir de la bañera, acción en la cual casi me como la esquina del lavabo, mayormente por no ver ni torta.

La aparición también había apagado la luz del resto de la casa, hasta que tuvo a bien restablecerla 5 minutillos más tarde. Pero lo que todo el mundo vería como un simple apagón de Iberdrola, yo sé que no es así. El despertador, otrora puntual reloj, tiene ahora un contador intermitente: 00:03. Sin duda, un cronómetro que cuenta el tiempo que transcurrirá hasta la revelación final del oscuro mensaje del Más Allá.

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