viernes, 5 de marzo de 2010

Mamá, quiero ser periodista

Una de las cosas que más me fastidiaba cuando estaba en la Universidad era cuando alguien venía de Madrid, Salamanca, Santiago o algún sitio con Facultad de Periodismo (donde yo estudié no la había) y te vendían la moto de que eran parte del cuarto poder, que el intrusismo era una vergüenza, etc... etc... etc...

Bueno, igual otro día hablo de ello largo y tendido (contaré una anécdota buenísima al respecto del novio de una amiga, que puso a una de esas elementas en su sitio). Si alguien se pone a operar a corazón abierto con el título CCC de guitarra española bajo el brazo, entiendo que el cirujano titular del hospital le pueda acusar de instrusismo. Lo otro es mear fuera del tiesto.

Bueno, a lo que iba, que me pierdo como siempre. La cosa es que esta semana he tenido que soportar dos mayúsculas gilipolleces en sendos telediarios sin que me diera tiempo a abalanzarme sobre el mando a distancia y así evitar que mi cerebro se fundiese de pura vergüenza ajena:

1) Una corresponsal en París habla a cámara de forma sesuda y consternada acerca de los más de 50 muertos que la borrasca Xinthya ha dejado en la costa Oeste francesa. De repente dice que la situación preocupa mucho a las autoridades porque "se preve que la marea vuelva a subir dentro de unas horas". ¡No jodas! ¿Lo ha dicho el Ministerio de la Marina? ¿Algún catedrático de Oceanografía de la Sorbona? ¿La prima francesa de Aramis Fuster?... Por favor, que alguien le explique el tema a esta señorita, que se acaba de caer de un guindo muy tierra adentro.

2) El Rafita, esa joya que es todo lo opuesto a la selección de fútbol (es decir, un elemento del que todos negaríamos siquiera compartir nacionalidad con él, así nos torturasen) visita de nuevo el juzgado acusado de robo con fuerza. Tras unas imágenes de su entrada al juzgado, se ve durante 3 segundos un coche saliendo despacísimo de un garaje con dos señores mayores en el interior. Ninguno de ellos es el Rafita de marras. El locutor dice: "como pueden ver en la imagen, esta vez abandonó los juzgados escondido en el maletero de un coche". ¿Quién lo puede ver? ¿Yo? ¡¡¡Diossssss, me he quedado ciego!!! Me acerqué a la tele, porque igual mi ángulo de visión no era el bueno... nada, seguía sin ver al Rafita escondido en el maletero. Esa misma tarde pedí cita en el oftalmólogo. Ahí me convencí de que lo mío no era tan grave, él había visto tres bolsas del Carrefour y su enfermera a Elvis con el traje de lentejuelas.

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