Reflexionaba acerca de todo esto de vuelta a mi casa en la bici (tiene cojones, lo mío). La borrachera de trabajo me hizo parecer que el frío viento en mi cara era una especie de regalo, de descanso... no sé cómo explicarlo. Sé que a mi edad mi vida está a un tris de llegar a cierto punto de no retorno, del mismo modo que sé que por los derroteros que voy me será muy difícil conseguir la felicidad que de joven soñaba y de mayor he llegado a vislumbrar alguna vez como cercana y posible. No, mi futuro ya camina por una vía que pasó hace tiempo por ese cambio de agujas y que ahora lo deja atrás mientras observa de reojo como los demás raíles se alejan lenta pero definitivamente.
Pues aún así, a pesar de la probabilidad de un futuro gris oscuro, hoy en mi bici he tenido la certeza de que me esperan momentos maravillosos por vivir.
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