lunes, 15 de noviembre de 2010

El futuro

El cansancio es lo más parecido a una borrachera. Al menos a mí me deja igual de tocado y, para algunas cosas, igual de lúcido. Hoy he estado trabajando desde las 7:30 hasta las 22:10, con una pausa de 20 minutos para comer. No quiero ni pensar cuánto tiempo es eso (tampoco es mi récord, establecido en 19 horas seguidas desde el año 2000), pero pocas veces me he sentido más prostituido que hoy. Y con razón, porque he de reconocer que en el fondo mi trabajo no me parece ni tan malo ni tan aburrido, así que no era el tipo de prostitución al que uno se puede ver obligado por terceros, sino al que se acaba ejerciendo por vicio, desidia, acomodo o todo lo anterior a la vez, cosa que me parece aún peor por lo que supone de traición a los propios principios. Soy mi propio chulo.

Reflexionaba acerca de todo esto de vuelta a mi casa en la bici (tiene cojones, lo mío). La borrachera de trabajo me hizo parecer que el frío viento en mi cara era una especie de regalo, de descanso... no sé cómo explicarlo. Sé que a mi edad mi vida está a un tris de llegar a cierto punto de no retorno, del mismo modo que sé que por los derroteros que voy me será muy difícil conseguir la felicidad que de joven soñaba y de mayor he llegado a vislumbrar alguna vez como cercana y posible. No, mi futuro ya camina por una vía que pasó hace tiempo por ese cambio de agujas y que ahora lo deja atrás mientras observa de reojo como los demás raíles se alejan lenta pero definitivamente.

Pues aún así, a pesar de la probabilidad de un futuro gris oscuro, hoy en mi bici he tenido la certeza de que me esperan momentos maravillosos por vivir.

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